Terapia de Pareja Viña del Mar
El trabajo terapéutico con parejas se centra en la relación, siendo el enfoque principal en la comunicación, en descubrir el origen de los conflictos y dificultades. Las parejas en general, cuando perseveran en mejorar su relación, adquirieren herramientas que les permiten ir logrando nuevos aprendizajes y cambios, logrando mejorar su satisfacción y felicidad mutuas.
Cuando me refiero a comunicación, hablo de aquella comunicación profunda, íntima, recíproca, que permite a la terapia de pareja unirse, y comenzar a disfrutar juntos de esa vida que han elegido compartir. Aprender a conversar, por cierto, es un factor crucial en la satisfacción referida por las personas, sin embargo, la comunicación implica todas las posibles áreas de inter-conexión entre las dos personas.
Las parejas en la mayoría de los casos, presentan dificultades para comunicarse a niveles mucho más amplios que la conversación. Por conversación, me refiero a la conversación de la confianza, en la que las dos personas han llegado a experimentar la total tranquilidad hacia el otro, y sienten que pueden hablar de cualquier tema y de todo lo que les pasa. Comunicarse para resolver temas prácticos como el pago de las cuentas o el arreglo del muro, es importante, sin embargo, no constituye la única “conversación” de la pareja. Las parejas habitualmente se desaniman, cuando sienten que se "ha perdido el amor" y que ya no están "enamorados". Si buscas terapia de parejas en viña del mar, por cierto, existe todo un universo por descubrir, ya que el logro de una comunicación profunda, recíproca y libre, permite crear una sinergia positiva que resultará en que descubren que "enamorarse" puede volver a suceder muchas veces entre ellos dos. Una comunicación escasa, inhibida, descalificadora, es fuente de muchísima insatisfacción, y motivo de quiebre en las parejas.
Lo que he descubierto en mi experiencia clínica, es que las parejas siempre pueden ir juntos dando pequeños y grandes pasos para incrementar su amor mutuo, aprender a resolver conflictos y desacuerdos, y descubrirse el uno al otro. Posiblemente, ese proceso continúa a lo largo de la vida, de manera que las personas pueden ir cambiando, y compartir ese cambio y enriquecimiento con el otro.
Terapia de Parejas Viña del Mar, Psicóloga Mariana Searle, 12 Norte 785 Oficina 1201,
Viña del Mar, Chile.. Fijo +56 32 217 9021 / Cel +56952073754
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12 Norte 785 Oficina 1201,
Viña del Mar, Chile.
sicologamarianasearle@gmail.com
Facebook / PsicologaVinadelMar
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Amor y Obsesión
Con frecuencia he encontrado a personas que tienen dificultades en su relación de pareja, porque dicen “amar demasiado”. Un análisis más profundo, permite ver patrones de relación que pueden obedecer a un problema de celos o preocupación excesiva crónicos, que tienen su base en un trastorno obsesivo: “Mi amor, llámame cuando llegues a tu casa, para saber si has llegado bien”. En muchos casos, esta forma de comunicación, puede obedecer a un problema como dije anteriormente, de ansiedad a la base, del/la que lo ejerce. Entonces, si la otra persona no llama porque “se olvida” ó simplemente no desea responder a esta urgencia por avisar, a manera de evitar responder a este tipo de comunicación , la persona que presenta este tipo de trastorno, reaccionará en forma intensa, poniendo acento el la supuesta "falta" del otro/a, ya sea enojándose ó intentando hacer sentir culpable al otro de una falta de consideración.
Se ha estudiado que, las personas que tienen esta dificultad, y que generalmente se calman al realizar ciertas conductas, como chequear o revisar que todo esté bien, ó de calmar su ansiedad a través de obtener "seguridad", suelen haber tenido un desarrollo emocional con carencias, producto de abandono afectivo ó real, maltrato, y/o denigración durante la niñez. Por este hecho, suelen manifestar con frecuencia esta secuela, a través de intensidad emocional, que en muchos casos, puede ser interpretada por la otra persona como demostración de amor. Sin embargo, esta forma de comunicación, va generando dificultades en la relación, que pueden llevar al quiebre. Ya que, un número importante de las discusiones se relacionan con el tema central de la obsesión del otro/a (ej: permanecen concentrados en saber qué está haciendo su pareja durante el día, restringen sus contactos con otras personas, y están pendientes de sus movimientos), y en general tienden a la desesperación cuando sienten la amenaza de pérdida del control.
Una relación de pareja que tiene estas características, resulta en altos niveles de insatisfacción y conflictos que van más allá de lo observado típicamente en una pareja. Requiere de una gran apertura y valentía reconocerlo, y pedir ayuda profesional.
Se ha estudiado que, las personas que tienen esta dificultad, y que generalmente se calman al realizar ciertas conductas, como chequear o revisar que todo esté bien, ó de calmar su ansiedad a través de obtener "seguridad", suelen haber tenido un desarrollo emocional con carencias, producto de abandono afectivo ó real, maltrato, y/o denigración durante la niñez. Por este hecho, suelen manifestar con frecuencia esta secuela, a través de intensidad emocional, que en muchos casos, puede ser interpretada por la otra persona como demostración de amor. Sin embargo, esta forma de comunicación, va generando dificultades en la relación, que pueden llevar al quiebre. Ya que, un número importante de las discusiones se relacionan con el tema central de la obsesión del otro/a (ej: permanecen concentrados en saber qué está haciendo su pareja durante el día, restringen sus contactos con otras personas, y están pendientes de sus movimientos), y en general tienden a la desesperación cuando sienten la amenaza de pérdida del control.
Una relación de pareja que tiene estas características, resulta en altos niveles de insatisfacción y conflictos que van más allá de lo observado típicamente en una pareja. Requiere de una gran apertura y valentía reconocerlo, y pedir ayuda profesional.
Los Celos
Muchas parejas sufren lesiones ó dificultades en el desarrollo de su relación, cuando una de las dos personas, o ambas presentan conductas o trastornos que impactan directamente sobre la construcción de ese “nosotros” (ej: celos obsesivos, dominio, control. La manifestación de los celos obsesivos, que es una forma de “acting out”, que quiere decir, que la persona que los sufre, manifiesta el temor al abandono en conductas de control hacia el otro.
Los celos surgen como una experiencia subjetiva que por lo general, puede elicitar malestar, ansiedad o en su conjunto constituir, una manifestación experiencial o conductual (acting out) de esta condición. También es una experiencia que afecta directamente a la persona celada, ya que será interpelada en aparentes inconsistencias de tiempos de llegada, y situaciones parecidas.
Se presentan en un continuo, desde celos repetitivos de las relaciones de la pareja con sus familiares, hasta la construcción permanente, obsesiva de escenarios catastróficos, en los que la persona que cela, imagina a la otra incurriendo en conductas de infidelidad. En este extremo, se van ubicando aquellas personas que realizan conductas compulsivas, como espiar, verbalizar los “chequeos de realidad” (porqué se demoró en llegar, interrogatorios sobre itinerarios, medición de tiempos, etc.).
También en este último caso, y por su persistencia, en los casos en que la relación de pareja permanece en el tiempo, pasan a ser un problema funcional de ésta. Por otro lado, la inseguridad afectiva se relaciona con la percepción de pertenencia dentro de la unidad llamada pareja.
En algunos casos, los celos tienen que ver con una dificultad psicológica más profunda, enraizada en las experiencias tempranas de apego afectivo, que se puede traducir en el desarrollo de pensamientos repetitivos u obsesivos sobre abandono y que se manifiestan actualmente en la interacción de la pareja.
Los celos surgen como una experiencia subjetiva que por lo general, puede elicitar malestar, ansiedad o en su conjunto constituir, una manifestación experiencial o conductual (acting out) de esta condición. También es una experiencia que afecta directamente a la persona celada, ya que será interpelada en aparentes inconsistencias de tiempos de llegada, y situaciones parecidas.
Se presentan en un continuo, desde celos repetitivos de las relaciones de la pareja con sus familiares, hasta la construcción permanente, obsesiva de escenarios catastróficos, en los que la persona que cela, imagina a la otra incurriendo en conductas de infidelidad. En este extremo, se van ubicando aquellas personas que realizan conductas compulsivas, como espiar, verbalizar los “chequeos de realidad” (porqué se demoró en llegar, interrogatorios sobre itinerarios, medición de tiempos, etc.).
También en este último caso, y por su persistencia, en los casos en que la relación de pareja permanece en el tiempo, pasan a ser un problema funcional de ésta. Por otro lado, la inseguridad afectiva se relaciona con la percepción de pertenencia dentro de la unidad llamada pareja.
En algunos casos, los celos tienen que ver con una dificultad psicológica más profunda, enraizada en las experiencias tempranas de apego afectivo, que se puede traducir en el desarrollo de pensamientos repetitivos u obsesivos sobre abandono y que se manifiestan actualmente en la interacción de la pareja.
Conductas Autodestructivas
Estamos “programados” culturalmente para desplegar un sin número significativo de conductas autodestructivas en las relaciones humanas y especialmente en las de pareja (Ej: críticas, descalificaciones, culpabilizaciones, reproches, extorsiones emocionales, etc.).
Estamos mucho menos entrenados o enseñados para promover la salud emocional en esta relación amorosa; para diseñar en conjunto un proyecto de pareja, y para hacerlo crecer en el tiempo, evaluando periódicamente la satisfacción de ambos integrantes. Habitualmente, lo que hacemos es dedicarnos a vivir cada uno en sus propias expectativas, sortear de vez en cuando los obstáculos, y resolver algunos problemas, cuando es posible.
La cara más frecuente, es el deterioro progresivo, cuando no se tiene conciencia de que la relación humana más compleja, requiere de múltiples estrategias de comunicación, de aprender formas de adaptarse juntos a los cambios; de saber que ese tipo de relación requiere de ser proactivos en la reciprocidad, y que nada está garantizado, es decir: las promesas o compromisos requieren de una actividad diaria y consciente para su efectiva realización en el tiempo.
Estamos mucho menos entrenados o enseñados para promover la salud emocional en esta relación amorosa; para diseñar en conjunto un proyecto de pareja, y para hacerlo crecer en el tiempo, evaluando periódicamente la satisfacción de ambos integrantes. Habitualmente, lo que hacemos es dedicarnos a vivir cada uno en sus propias expectativas, sortear de vez en cuando los obstáculos, y resolver algunos problemas, cuando es posible.
La cara más frecuente, es el deterioro progresivo, cuando no se tiene conciencia de que la relación humana más compleja, requiere de múltiples estrategias de comunicación, de aprender formas de adaptarse juntos a los cambios; de saber que ese tipo de relación requiere de ser proactivos en la reciprocidad, y que nada está garantizado, es decir: las promesas o compromisos requieren de una actividad diaria y consciente para su efectiva realización en el tiempo.
La Infidelidad
La infidelidad lesiona la pertenencia básica, de lo que cada uno interpreta como un “nosotros” de la pareja.
En toda relación humana, se elabora la construcción de un “nosotros”, que se alimenta o se lesiona con la presencia y/o ausencia de las conductas de reciprocidad que cada uno necesita en la relación, respectivamente. La necesidad de la reciprocidad es una necesidad básica, en toda relación, sin embargo, contiene una carga y expectativa distinta en la relación de pareja. La necesidad de reciprocidad, podría decirse que es uno de los mecanismos a través de los cuales se construye la identidad y la pertenencia en la relación. Me refiero en este punto en general, a las relaciones humanas afectivas.
Toda pareja, por lo tanto, necesita alimentar y al mismo tiempo conversar (“teorizar”) sobre su “nosotros” o su identidad, (lo que somos, cómo nos definimos, qué entendemos y sentimos en nuestra unidad mutua, la que también es subjetiva, ya que cada persona, de acuerdo a sus significados, construye “su versión” personal de esa identidad, sin embargo, existiría algo así como un “constructo colectivo”, de la identidad de la pareja, en el que ambas personas depositan su tranquilidad – por ejemplo, al establecer un compromiso formal simultáneo, cada persona proyecta en ese significado sus valores, planes, intenciones y razones para mantenerse en ese vínculo.
En toda relación humana, se elabora la construcción de un “nosotros”, que se alimenta o se lesiona con la presencia y/o ausencia de las conductas de reciprocidad que cada uno necesita en la relación, respectivamente. La necesidad de la reciprocidad es una necesidad básica, en toda relación, sin embargo, contiene una carga y expectativa distinta en la relación de pareja. La necesidad de reciprocidad, podría decirse que es uno de los mecanismos a través de los cuales se construye la identidad y la pertenencia en la relación. Me refiero en este punto en general, a las relaciones humanas afectivas.
Toda pareja, por lo tanto, necesita alimentar y al mismo tiempo conversar (“teorizar”) sobre su “nosotros” o su identidad, (lo que somos, cómo nos definimos, qué entendemos y sentimos en nuestra unidad mutua, la que también es subjetiva, ya que cada persona, de acuerdo a sus significados, construye “su versión” personal de esa identidad, sin embargo, existiría algo así como un “constructo colectivo”, de la identidad de la pareja, en el que ambas personas depositan su tranquilidad – por ejemplo, al establecer un compromiso formal simultáneo, cada persona proyecta en ese significado sus valores, planes, intenciones y razones para mantenerse en ese vínculo.
Relación de Pareja y algunos factores que desencadenan crisis y quiebres
Relación de Pareja y algunos factores que desencadenan crisis y quiebres:
1. Rechazo/ abandono, de la otra persona en situaciones de necesidad critica de apoyo (NCA).
2. Hay veces en que las personas están en NCA (Necesidad Critica de Apoyo) y la pareja no lo capta. Son situaciones de abandono. No saben entenderse cuando están en situaciones de NCA. No saben identificar las claves del otro, o comunicarlas. Esa función a veces la cumplen los buenos amigos. Pero también se espera en la pareja en forma tacita..
3. Cuando una de las personas deja de intentar seguir junto al otro creciendo y ayudándose. Así se hacen crónicos muchos problemas de pareja: el otro simplemente deja de intentar cambiar o contribuir a mejorar una situación que afecta a ambos (siempre TODO afecta a ambos: hijos, compras, gastos, afecto, bienes, relaciones: literalmente TODO).
4. En algunas parejas, uno de los dos se desentiende completamente de un tema. Esto es muchas veces aceptado, pero resentido en el otro.
5. En otras parejas, se puede rigidizar el cambio hacia la perspectiva de una sola de las dos personas. Si no se visualizan las alternativas se rigidiza el cambio hacia una sola postura.
6. Cuando uno limita al otro en la satisfacción de sus necesidades básicas (ej echar en cara los lazos que se mantienen con la familia de origen/ pueden ser exagerados (miedo de abandono real, o leves con matices dependiendo de la intensidad). Por ejemplo en relación a los vínculos que tiene cada uno fuera de la relación de pareja. También pueden limitarse en las actividades que realiza cada uno, y en la forma de utilizar su tiempo libre. Puede que la forma de encontrar estabilidad emocional, puede ser a través de limitar las actividades que realiza cada uno fuera del hogar.
7. Cosas que la pareja se echa en cara:
a. Decisiones pasadas que afectan de alguna manera el patrimonio ya sea de índole económica o emocional.
b. Historia de pareja y errores cometidos por cada uno que afectaron la formación del vinculo de confianza entre ambos
c. INFIDELIDAD
d. Dificultades económicas pasadas en pareja, cuando están asociadas a la decisiones de uno solo ( especialmente si fue sin consultarse mutuamente)
e. Carencias en tiempos de NCA
f. Baja actividad sexual: pone en duda el amor que se espera del otro. Todos necesitamos una cuota de actividad sexual cotidiana. Cuando eso falla, también se pone en duda la comunión posible entre ambos.
g. Agresiones psicológicas y físicas
h. Abandonos
i. Que rasgos básicos de uno molestan al otro
1. Rechazo/ abandono, de la otra persona en situaciones de necesidad critica de apoyo (NCA).
2. Hay veces en que las personas están en NCA (Necesidad Critica de Apoyo) y la pareja no lo capta. Son situaciones de abandono. No saben entenderse cuando están en situaciones de NCA. No saben identificar las claves del otro, o comunicarlas. Esa función a veces la cumplen los buenos amigos. Pero también se espera en la pareja en forma tacita..
3. Cuando una de las personas deja de intentar seguir junto al otro creciendo y ayudándose. Así se hacen crónicos muchos problemas de pareja: el otro simplemente deja de intentar cambiar o contribuir a mejorar una situación que afecta a ambos (siempre TODO afecta a ambos: hijos, compras, gastos, afecto, bienes, relaciones: literalmente TODO).
4. En algunas parejas, uno de los dos se desentiende completamente de un tema. Esto es muchas veces aceptado, pero resentido en el otro.
5. En otras parejas, se puede rigidizar el cambio hacia la perspectiva de una sola de las dos personas. Si no se visualizan las alternativas se rigidiza el cambio hacia una sola postura.
6. Cuando uno limita al otro en la satisfacción de sus necesidades básicas (ej echar en cara los lazos que se mantienen con la familia de origen/ pueden ser exagerados (miedo de abandono real, o leves con matices dependiendo de la intensidad). Por ejemplo en relación a los vínculos que tiene cada uno fuera de la relación de pareja. También pueden limitarse en las actividades que realiza cada uno, y en la forma de utilizar su tiempo libre. Puede que la forma de encontrar estabilidad emocional, puede ser a través de limitar las actividades que realiza cada uno fuera del hogar.
7. Cosas que la pareja se echa en cara:
a. Decisiones pasadas que afectan de alguna manera el patrimonio ya sea de índole económica o emocional.
b. Historia de pareja y errores cometidos por cada uno que afectaron la formación del vinculo de confianza entre ambos
c. INFIDELIDAD
d. Dificultades económicas pasadas en pareja, cuando están asociadas a la decisiones de uno solo ( especialmente si fue sin consultarse mutuamente)
e. Carencias en tiempos de NCA
f. Baja actividad sexual: pone en duda el amor que se espera del otro. Todos necesitamos una cuota de actividad sexual cotidiana. Cuando eso falla, también se pone en duda la comunión posible entre ambos.
g. Agresiones psicológicas y físicas
h. Abandonos
i. Que rasgos básicos de uno molestan al otro
La intimidad
El concepto de intimidad se ha utilizado en general para referirse a la intimidad de la pareja. En este análisis, nos referiremos a una concepción más general del término, que se refiere a la construcción de cercanía, conocimiento o comprensión profunda, y lazos afectivos cercanos entre las personas o entre grupos de ellas. Analizaré aquí, la necesidad de toda persona humana de vivir experiencias de pertenencia, de cercanía y de amor, a lo largo de su proceso vital.
Estamos “diseñados” para necesitar que las relaciones de afecto con nuestros cercanos, ya sea familia, y particularmente en ella, con amigos de la vida, y con distintas personas significativas, sean relaciones en las que exista intimidad. Intimidad en esta amplia concepción contiene: compartir tiempo en conjunto, sin embargo se refiere principalmente a disponerse a “estar” con el otro en una cualidad humana especial y necesaria, es decir, compartir momentos de un tipo único de cercanía en el que todos los planos del contacto personal convergen: la expresión de el afecto, la apertura del si mismo, la sinceridad para mostrarse y la confianza para desenvolverse sin temor y sin ocultar la esencia personal.
La intimidad también involucra transparencia en la expresión de las emociones y podríamos decir que, en toda situación de esta forma de intimidad, se “juega” el conocer real y profundamente a la otra persona. Es precisamente en este lazo íntimo, en el que las relaciones afectivas pueden consolidarse en forma indeleble, y duradera. Podríamos decir también que este tipo de intimidad, construye las bases de la confianza y del saber que el vínculo mutuo se mantiene a través de las vicisitudes de la vida. Significa que se habrá aprendido a recibir y a ser bien recibido por el otro, porque han compartido sus verdaderas vivencias internas, en la mutua donación de esta intimidad.
Por esta razón es que, por ejemplo, conservamos los buenos amigos de toda la vida, ó sentimos una especial unión con un hermano, hermana. Cuando “echamos de menos” a alguien, es porque sentimos que nos hace falta la intimidad con esa persona. Por otro lado, el dolor profundo que genera la infidelidad en la pareja, por ejemplo, se ubica principalmente en la vulneración o ruptura de la intimidad, que también daña, la confianza en la exclusividad del amor.
Podemos abrigar la esperanza en que, aunque “el mundo” cambie vertiginosamente, y tal vez estemos todos mas vulnerables frente a distintas situaciones, cada uno de nosotros puede decidir brindar y mejorar su “intimidad” con los más cercanos y con los que podrían serlo. La intimidad vivida en plenitud con otros, será como una poderosa armadura que nos brindará resguardo y protección afectiva ante todo evento. Les animo a comenzar: siempre hay un paso más que podemos dar para experimentar y compartir la alegría de la intimidad.
Mariana Searle (Junio, 2014)
Estamos “diseñados” para necesitar que las relaciones de afecto con nuestros cercanos, ya sea familia, y particularmente en ella, con amigos de la vida, y con distintas personas significativas, sean relaciones en las que exista intimidad. Intimidad en esta amplia concepción contiene: compartir tiempo en conjunto, sin embargo se refiere principalmente a disponerse a “estar” con el otro en una cualidad humana especial y necesaria, es decir, compartir momentos de un tipo único de cercanía en el que todos los planos del contacto personal convergen: la expresión de el afecto, la apertura del si mismo, la sinceridad para mostrarse y la confianza para desenvolverse sin temor y sin ocultar la esencia personal.
La intimidad también involucra transparencia en la expresión de las emociones y podríamos decir que, en toda situación de esta forma de intimidad, se “juega” el conocer real y profundamente a la otra persona. Es precisamente en este lazo íntimo, en el que las relaciones afectivas pueden consolidarse en forma indeleble, y duradera. Podríamos decir también que este tipo de intimidad, construye las bases de la confianza y del saber que el vínculo mutuo se mantiene a través de las vicisitudes de la vida. Significa que se habrá aprendido a recibir y a ser bien recibido por el otro, porque han compartido sus verdaderas vivencias internas, en la mutua donación de esta intimidad.
Por esta razón es que, por ejemplo, conservamos los buenos amigos de toda la vida, ó sentimos una especial unión con un hermano, hermana. Cuando “echamos de menos” a alguien, es porque sentimos que nos hace falta la intimidad con esa persona. Por otro lado, el dolor profundo que genera la infidelidad en la pareja, por ejemplo, se ubica principalmente en la vulneración o ruptura de la intimidad, que también daña, la confianza en la exclusividad del amor.
Podemos abrigar la esperanza en que, aunque “el mundo” cambie vertiginosamente, y tal vez estemos todos mas vulnerables frente a distintas situaciones, cada uno de nosotros puede decidir brindar y mejorar su “intimidad” con los más cercanos y con los que podrían serlo. La intimidad vivida en plenitud con otros, será como una poderosa armadura que nos brindará resguardo y protección afectiva ante todo evento. Les animo a comenzar: siempre hay un paso más que podemos dar para experimentar y compartir la alegría de la intimidad.
Mariana Searle (Junio, 2014)
"Manipulación Emocional"
No son fáciles ni el lugar, ni el papel de las personas que sufren de inseguridad afectiva, y por ende intentan consciente o inconscientemente responsabilizar a los demás de sus estados emocionales (culpa, miedo, etc). Tristemente, no se dan cuenta de que esto lesiona sus vínculos con las otras personas, como asimismo tampoco se pueden dar cuenta de que alejan a los otros y establecen relaciones emocionalmente disfuncionales. Muchas personas viven esta realidad, y no se logran dar cuenta de que se van quedando solas, porque, sus vínculos con sus seres cercanos, van sufriendo el deterioro de la falta de reciprocidad y del conflicto. Podríamos decir que, una muy buena proporción de ellas, no están conscientes de que manipulan, y menos, de que lo hacen porque tienen heridas emocionales profundas, y que su única manera de “sobrevivir” emocionalmente y de sentirse vivos/as, es literalmente, "hacer cargo" a los otros de sus emociones.
En los casos mas graves, la persona se vuelve manipuladora compulsiva: puede vivir intranquila pensando en sus temores y las situaciones que pueden pasar; siempre está atenta a las respuestas de los demás. Indemne a sus emociones y dolor, descubrió la manera de sentirse valioso/a, efectivo/a, o poderoso/a a través de ejercer influencia sobre las emociones y reacciones de los demás. Una de sus máximas satisfacciones es cuando logra atemorizar a los otros. Sin embargo, la persona manipuladora, actúa como si fuera "adaptado/a", emocionalmente. Sus reacciones habitualmente serán un acto, un juego de roles, una impostación. Ante el dolor personal o de otros, no tiene respuesta; actúa como que nada sucede. La persona manipuladora, en realidad, vive en estado de alerta y de CONTROL. De hecho, se alimenta de la fantasía de control. Cree que los demás son sus títeres, que todas las personas son fácilmente manipulables, y que sus grandilocuentes planes para conseguir beneficios, funcionan a la perfección.
Por esta razón cae en total furia cuando uno de sus títeres se rebela. Hará recaer toda su furia sobre el/ella. Se vengará. Como ya dijimos, no puede ver sus propias falencias y errores. Además sabe desplegar en un principio innumerables conductas seductoras y atractivas.
Se muestra genial, alegre, atenta, inteligente, solícita, en la medida en que va obteniendo resultados y la otra persona responde de acuerdo a su expectativa: tener a alguien a quien poder manejar. Su gran fantasía y a la vez su gran talón de Aquiles: su "poder" durara hasta que su presa se de cuenta y tenga la claridad y certeza para “escapar”. Trágicamente, algunas personas, nunca lograron salir de esa relación enferma. Ánimo: Nunca es tarde, para sanarse. Tampoco, nunca es tarde para una persona manipuladora.
Mariana Searle (Abril, 2014)
En los casos mas graves, la persona se vuelve manipuladora compulsiva: puede vivir intranquila pensando en sus temores y las situaciones que pueden pasar; siempre está atenta a las respuestas de los demás. Indemne a sus emociones y dolor, descubrió la manera de sentirse valioso/a, efectivo/a, o poderoso/a a través de ejercer influencia sobre las emociones y reacciones de los demás. Una de sus máximas satisfacciones es cuando logra atemorizar a los otros. Sin embargo, la persona manipuladora, actúa como si fuera "adaptado/a", emocionalmente. Sus reacciones habitualmente serán un acto, un juego de roles, una impostación. Ante el dolor personal o de otros, no tiene respuesta; actúa como que nada sucede. La persona manipuladora, en realidad, vive en estado de alerta y de CONTROL. De hecho, se alimenta de la fantasía de control. Cree que los demás son sus títeres, que todas las personas son fácilmente manipulables, y que sus grandilocuentes planes para conseguir beneficios, funcionan a la perfección.
Por esta razón cae en total furia cuando uno de sus títeres se rebela. Hará recaer toda su furia sobre el/ella. Se vengará. Como ya dijimos, no puede ver sus propias falencias y errores. Además sabe desplegar en un principio innumerables conductas seductoras y atractivas.
Se muestra genial, alegre, atenta, inteligente, solícita, en la medida en que va obteniendo resultados y la otra persona responde de acuerdo a su expectativa: tener a alguien a quien poder manejar. Su gran fantasía y a la vez su gran talón de Aquiles: su "poder" durara hasta que su presa se de cuenta y tenga la claridad y certeza para “escapar”. Trágicamente, algunas personas, nunca lograron salir de esa relación enferma. Ánimo: Nunca es tarde, para sanarse. Tampoco, nunca es tarde para una persona manipuladora.
Mariana Searle (Abril, 2014)
“Echarse en Cara”
“ Tú estás cambiado/a, ya no eres la misma persona”
“ Todo lo que he hecho por ti, y mira cómo me pagas”
“ Eres responsable de todo lo que nos está sucediendo”
“ No te viniste a despedir de mí, ya no te importo”
Existen muchas formas de desgastar las relaciones humanas y los vínculos afectivos. Un ejemplo importante lo constituye esa “forma verbal”, también llamada enrrostrar, en la cual yo, mantengo en la memoria casi a modo de prontuario, las veces (según yo) en que la otra persona falló o se equivocó, ya sea conmigo, ó falló en relación a algún alto estándar, que generalmente establezco yo. En una situación de discusión, típicamente entre la pareja (aunque no es en absoluto territorio exclusivo de ella), yo le volveré a recordar al otro una y otra vez, aquello que lo hace verse mal ante mis ojos. Aquello que le convierte en un ser no aceptable, fallado/a, digno de recibir mi repudio. Deseo hacerle sentirse mal consigo mismo/a.
Imagínense lo que sucede cuando entre las personas se brindan sus repudios con frecuencia y al mismo tiempo se preguntan porqué sus sentimientos de amor simplemente “se apagaron”. No nos extrañemos en nada, que a la larga la relación cambie, incluso hasta el punto del quiebre. Con este método, podemos clara y efectivamente destruir vínculos afectivos cercanos.
Especialmente en las parejas, es una situación que se repite en forma constante y lo he observado en innumerables situaciones clínicas en mi trabajo con ellas: la persona a quien le “colgamos” las echadas en cara, comenzará a sentir que pierde su libertad para amar y para equivocarse. Aunque pida perdón, aunque dedique tiempo y esfuerzo a REPARAR aquello en lo que efectivamente erró, sabe que nunca se librará de la situación de saber que de vez en cuando le tocará ser recordado/a y refregado de sus errores. De forma que mantiene constantemente su equivocación fresca en el recuerdo, por supuesto con la auto-depreciación consecuente: se sabrá fallado y no aceptado. Cuando se ha instalado este patrón de comunicación en la pareja, hemos de saber comprobadamente que la relación se deteriorará muy posiblemente sin retorno, a no ser que se identifique y se modifique a tiempo. No analizaremos, aquí, por lo complejo y largo, cómo el echarse en cara puede ser un poderoso estímulo para escalar hacia la violencia en la pareja.
Aquel que echa en cara, muchas veces sin saber, desconsidera dos cosas importantes: el derecho universal que tenemos todas las personas a equivocarnos, y el derecho universal a ser perdonados y acogidos nuevamente en el lazo del afecto.
Echarse en cara, es en realidad uno de los anzuelos emocionales más dañinos en las relaciones, ya que inocula culpa. “Inocula” culpa, quiere decir intentar inyectar, hacer que el otro reciba nuestra visión descalificadora, la acepte, y tenga sentimientos de auto-depreciación, logrando finalmente causarle que se sienta mal consigo mismo/a. Cuando el vínculo afectivo es cercano, el logro del objetivo es seguro. El procedimiento entonces, es bastante sencillo: Mantengo el anzuelo siempre “afilado” recordando en mi mente las cosas, las veces en que la otra persona “me falló”, me dañó, me perjudicó, se equivocó, etc. Luego, aprovecharé las distintas situaciones: a veces momentos triviales de la vida cotidiana, a veces momentos de alta intensidad emocional, como por ejemplo una discusión, para apuntar certeramente en medio de su vulnerabilidad emocional. Me daré enseguida el gusto de lanzarlo y enterrarlo certeramente en su auto-valoración, la que a veces puede ser muy precaria, o la que puedo ir minando con repetidos golpes. Dependiendo de mi capacidad para la crueldad, podré revolverlo dentro de sus “carnes”, para causar mayor malestar, agregando situaciones, descalificaciones y recuerdos de eventos, sin embargo sé que podré hacer mayor daño aún, cuando intente tirar para sacarlo: a veces simplemente tiraré yo ó tirará él/ella tan fuertemente que se desgarrarán sus carnes, aunque sé, que la mayoría de las otras veces, quedará incrustado como mi trofeo de guerra: al menos me vengué y por lo menos logré y logro hacerle sentir mal.
Mariana Searle, (Mayo, 2014).
“ Todo lo que he hecho por ti, y mira cómo me pagas”
“ Eres responsable de todo lo que nos está sucediendo”
“ No te viniste a despedir de mí, ya no te importo”
Existen muchas formas de desgastar las relaciones humanas y los vínculos afectivos. Un ejemplo importante lo constituye esa “forma verbal”, también llamada enrrostrar, en la cual yo, mantengo en la memoria casi a modo de prontuario, las veces (según yo) en que la otra persona falló o se equivocó, ya sea conmigo, ó falló en relación a algún alto estándar, que generalmente establezco yo. En una situación de discusión, típicamente entre la pareja (aunque no es en absoluto territorio exclusivo de ella), yo le volveré a recordar al otro una y otra vez, aquello que lo hace verse mal ante mis ojos. Aquello que le convierte en un ser no aceptable, fallado/a, digno de recibir mi repudio. Deseo hacerle sentirse mal consigo mismo/a.
Imagínense lo que sucede cuando entre las personas se brindan sus repudios con frecuencia y al mismo tiempo se preguntan porqué sus sentimientos de amor simplemente “se apagaron”. No nos extrañemos en nada, que a la larga la relación cambie, incluso hasta el punto del quiebre. Con este método, podemos clara y efectivamente destruir vínculos afectivos cercanos.
Especialmente en las parejas, es una situación que se repite en forma constante y lo he observado en innumerables situaciones clínicas en mi trabajo con ellas: la persona a quien le “colgamos” las echadas en cara, comenzará a sentir que pierde su libertad para amar y para equivocarse. Aunque pida perdón, aunque dedique tiempo y esfuerzo a REPARAR aquello en lo que efectivamente erró, sabe que nunca se librará de la situación de saber que de vez en cuando le tocará ser recordado/a y refregado de sus errores. De forma que mantiene constantemente su equivocación fresca en el recuerdo, por supuesto con la auto-depreciación consecuente: se sabrá fallado y no aceptado. Cuando se ha instalado este patrón de comunicación en la pareja, hemos de saber comprobadamente que la relación se deteriorará muy posiblemente sin retorno, a no ser que se identifique y se modifique a tiempo. No analizaremos, aquí, por lo complejo y largo, cómo el echarse en cara puede ser un poderoso estímulo para escalar hacia la violencia en la pareja.
Aquel que echa en cara, muchas veces sin saber, desconsidera dos cosas importantes: el derecho universal que tenemos todas las personas a equivocarnos, y el derecho universal a ser perdonados y acogidos nuevamente en el lazo del afecto.
Echarse en cara, es en realidad uno de los anzuelos emocionales más dañinos en las relaciones, ya que inocula culpa. “Inocula” culpa, quiere decir intentar inyectar, hacer que el otro reciba nuestra visión descalificadora, la acepte, y tenga sentimientos de auto-depreciación, logrando finalmente causarle que se sienta mal consigo mismo/a. Cuando el vínculo afectivo es cercano, el logro del objetivo es seguro. El procedimiento entonces, es bastante sencillo: Mantengo el anzuelo siempre “afilado” recordando en mi mente las cosas, las veces en que la otra persona “me falló”, me dañó, me perjudicó, se equivocó, etc. Luego, aprovecharé las distintas situaciones: a veces momentos triviales de la vida cotidiana, a veces momentos de alta intensidad emocional, como por ejemplo una discusión, para apuntar certeramente en medio de su vulnerabilidad emocional. Me daré enseguida el gusto de lanzarlo y enterrarlo certeramente en su auto-valoración, la que a veces puede ser muy precaria, o la que puedo ir minando con repetidos golpes. Dependiendo de mi capacidad para la crueldad, podré revolverlo dentro de sus “carnes”, para causar mayor malestar, agregando situaciones, descalificaciones y recuerdos de eventos, sin embargo sé que podré hacer mayor daño aún, cuando intente tirar para sacarlo: a veces simplemente tiraré yo ó tirará él/ella tan fuertemente que se desgarrarán sus carnes, aunque sé, que la mayoría de las otras veces, quedará incrustado como mi trofeo de guerra: al menos me vengué y por lo menos logré y logro hacerle sentir mal.
Mariana Searle, (Mayo, 2014).
Trampa Emocional Nº1: La inestabilidad emocional y la culpa.
Anteriormente definimos las trampas emocionales, como: mensajes “subliminales” o velados, con el contenido de algún mandato emocional imposible, como por ejemplo, “eres responsable de mi vida” (la culpa); “me debes total sumisión” (el miedo); en ocasiones la complicidad no deseada, como “tu disensión es traición” y muchas otras más. Estos mandatos emocionales, ponen habitualmente en duda nuestra valía personal (por ejemplo “eres responsable de mi vida”, significa, que eres un mal ser humano si no lo haces), y nuestra libertad para sentir y para actuar, ya que desestabilizan nuestra percepción y/o juicio pasado, actual o futuro, sobre nosotros mismos, los demás y/ó las situaciones.
Geralmente no estamos en guardia hacia estas trampas, y es fácil involucrarse en la respuesta emocional que calza con el mandato, porque al no ser explícitos, los mensajes subliminales, también son decodificados e interpretados por nosotros en forma subliminal. En el caso de este ejemplo, al hacer a otro responsable de la propia vida (nuestro equilibrio emocional, nuestra salud, etc.), la respuesta emocional que calza con este mandato es la CULPA. Sabemos por lógica que nadie puede ser totalmente responsable de la vida de otro (sobretodo si ese otro tiene sus manos y mente en buen estado), porque ese otro también hace su parte, por mínima que sea, para cuidarse y mantenerse por sí mismo; sin embargo, el mandato nos confunde, y asumimos que verdaderamente somos responsables. Inconscientemente, sabemos que nunca vamos a poder satisfacer completamente ese mandato, por lo irracional, sin embargo, la respuesta emocional del otro, asumiendo el rol de "víctima", nos desestabiliza.
La culpa se siente cuando creemos que no cumplimos con ciertos estándares. Sólo cuando somos niños, adquirimos la respuesta de la culpa, porque un niño no es capaz de evaluar las misiones imposibles. Por esto, los niños asumen la culpa, como parte de la vida. Muchos “traemos” esos mandatos como parte de las herencias de nuestra niñez.
Existen personas que desarrollan vínculos culposos con sus cercanos. El mandato emocional en ese caso es: “Yo soy débil (en todos los sentidos) – tú eres responsable de mi bienestar”. En incontables ocasiones, a lo largo de mi ejercicio profesional, me he encontrado con hijos/as; pololos/as; mujeres hombres, casi todos en general, “enredados” en una trampa emocional de este tipo. Estas personas respondiendo emocionalmente acorde al “mandato”, se muestran férreamente convencidos de que son responsables de los vaivenes en los estados emocionales del otro, y que deben hacer todo lo posible o lo imposible para que ese otro no lo pase mal, no sufra, etc.
Entonces, si de acuerdo a sus estándares estrictos, no han cumplido con velar por el cumplimiento del mandato, y creen que han sido “responsables” de hacer sufrir al otro, especialmente si éste les indica directa o indirectamente su falta, entonces son CULPABLES y viven vida de culpables. Un ejemplo, es el de las parejas, especialmente los pololos jóvenes, que no se atreven a terminar la relación, para no “hacer sufrir” a la otra persona.
La vida culpable, es la vida de alguien que se puede obsesionar con satisfacer el bienestar del otro. Siempre está preocupado de velar por su estabilidad, hasta en sus más mínimos detalles y está muy atento/a a sus cambios emocionales, para prontamente hacer todo lo posible para que esté siempre contento o mejore su humor si no lo está. Si está lejos de él/ella, no está tranquilo/a, sino que está preocupado/a constantemente por saber si está bien. Conozco a muchísimas personas que viven presas de esta culpa. Una cosa es el cuidado amoroso, brindado desde la libertad del amor personal hacia otro, quien lo recibe como dádiva. Otra cosa es el cuidado con angustia, con zozobra de las emociones, con rabia contenida por la manipulación emocional velada. Nunca es tarde para liberarnos.
Mariana Searle (Abril, 2014).
Geralmente no estamos en guardia hacia estas trampas, y es fácil involucrarse en la respuesta emocional que calza con el mandato, porque al no ser explícitos, los mensajes subliminales, también son decodificados e interpretados por nosotros en forma subliminal. En el caso de este ejemplo, al hacer a otro responsable de la propia vida (nuestro equilibrio emocional, nuestra salud, etc.), la respuesta emocional que calza con este mandato es la CULPA. Sabemos por lógica que nadie puede ser totalmente responsable de la vida de otro (sobretodo si ese otro tiene sus manos y mente en buen estado), porque ese otro también hace su parte, por mínima que sea, para cuidarse y mantenerse por sí mismo; sin embargo, el mandato nos confunde, y asumimos que verdaderamente somos responsables. Inconscientemente, sabemos que nunca vamos a poder satisfacer completamente ese mandato, por lo irracional, sin embargo, la respuesta emocional del otro, asumiendo el rol de "víctima", nos desestabiliza.
La culpa se siente cuando creemos que no cumplimos con ciertos estándares. Sólo cuando somos niños, adquirimos la respuesta de la culpa, porque un niño no es capaz de evaluar las misiones imposibles. Por esto, los niños asumen la culpa, como parte de la vida. Muchos “traemos” esos mandatos como parte de las herencias de nuestra niñez.
Existen personas que desarrollan vínculos culposos con sus cercanos. El mandato emocional en ese caso es: “Yo soy débil (en todos los sentidos) – tú eres responsable de mi bienestar”. En incontables ocasiones, a lo largo de mi ejercicio profesional, me he encontrado con hijos/as; pololos/as; mujeres hombres, casi todos en general, “enredados” en una trampa emocional de este tipo. Estas personas respondiendo emocionalmente acorde al “mandato”, se muestran férreamente convencidos de que son responsables de los vaivenes en los estados emocionales del otro, y que deben hacer todo lo posible o lo imposible para que ese otro no lo pase mal, no sufra, etc.
Entonces, si de acuerdo a sus estándares estrictos, no han cumplido con velar por el cumplimiento del mandato, y creen que han sido “responsables” de hacer sufrir al otro, especialmente si éste les indica directa o indirectamente su falta, entonces son CULPABLES y viven vida de culpables. Un ejemplo, es el de las parejas, especialmente los pololos jóvenes, que no se atreven a terminar la relación, para no “hacer sufrir” a la otra persona.
La vida culpable, es la vida de alguien que se puede obsesionar con satisfacer el bienestar del otro. Siempre está preocupado de velar por su estabilidad, hasta en sus más mínimos detalles y está muy atento/a a sus cambios emocionales, para prontamente hacer todo lo posible para que esté siempre contento o mejore su humor si no lo está. Si está lejos de él/ella, no está tranquilo/a, sino que está preocupado/a constantemente por saber si está bien. Conozco a muchísimas personas que viven presas de esta culpa. Una cosa es el cuidado amoroso, brindado desde la libertad del amor personal hacia otro, quien lo recibe como dádiva. Otra cosa es el cuidado con angustia, con zozobra de las emociones, con rabia contenida por la manipulación emocional velada. Nunca es tarde para liberarnos.
Mariana Searle (Abril, 2014).